Siempre es un placer compartir tiempo con mi amigo Mario, a quien conozco desde la niñez, y con la excusa de celebrar su trigésimo quinto aniversario el pasado domingo tuve la oportunidad de volver a disfrutar de esa gratificante experiencia.
A pesar de su eterno buen humor y, en apariencia, buen ánimo, en esta ocasión me pareció advertir que alguna preocupación rondaba por aquella cabeza permanentemente enfundada en una característica gorra roja.
Aun no siendo mi amigo muy prolífico en palabras, más bien parco, finalmente me hizo entender cuáles eran los motivos que le infligían cierta desazón, pesadumbre o, incluso, inquietud vital.
Sé que no es fácil pasar por la crisis de la mediana edad, le dije a mi bigotudo compañero, pero aunque cada día al levantarte notes más marcados tus píxeles, más bruscos tus movimientos, menos suaves tus animaciones y más repetitivos los decorados de tu mundo, no debes olvidar que eres, y siempre seguirás siendo, un personaje inmortal en el universo de los videojuegos.

Tanto es así, apunté, que me atrevo a apostar que por mucho que la tecnología siga avanzando y permita diseñar protagonistas cada vez más expresivos, dinámicos y texturizados, ninguno de ellos logrará hacerte sombra, tener tu carisma o igualar tu legión de seguidores.
No me vengas ahora con que quizás no has sabido reinventarte, salir de tu zona de confort o que tu estilo está pasado de moda. Es cierto que no eres David Bowie, pero cada una de tus nuevas aventuras tiene magia, destila nostalgia y consigue ser imbatible número uno en ventas, ¿no es eso suficiente para el más afamado de los fontaneros?.
Me dedicó una media sonrisa con la que comprendí que tal vez es más sencillo luchar contra los monstruos que pueblan el reino champiñón que con los que en la actualidad abundan en las crueles redes sociales. Supongo que todos añoramos lo viejos tiempos, y mucho más si nuestra época dorada ha coincidido con los estridentes años ochenta, pero es imposible negar que se envejece mejor cuando eres un icono de masas y de diversas generaciones.
Me despedí de él con la disculpa de que debía saludar a Luigi y a Yoshi antes de marcharme. Me dio un apretón de manos con sus impolutos guantes blancos y prometimos vernos más a menudo.
Esa noche soñé con setas, tuberías verdes y princesas raptadas.
Texto: David Alva, redactor de contenidos.
Imagen: Mario hat on ground de Wells Baum.
Cuando pienso simplemente en divertirme, sin necesidad de historias enrevesadas, personajes complejos o mecánicas súper innovadoras, pienso en Mario. Pienso en un amigo que siempre estará ahí 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
Exactamente ese es el quid de la cuestión, imposible expresarlo mejor.
Muchas gracias por la lectura y el comentario.
Me gustaLe gusta a 1 persona